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- Me presentaré, me llamo Vesta y todo lo que mis padres me enseñaron ha hacer fue vivir del cuento.
Desde muy pequeña supe que mi vida nunca sería normal, siempre iba de un lado a otro arrastrada por mis padres, de casa en casa, de ciudad en ciudad; nuestros parientes ni tan siquiera querían saber de nosotros. Mis padres solí8an destruir todo a lo que se acercaban y claro, ni vida no iba a ser una excepción, como podía pensarlo. Jamás se preocuparon de mi bienestar, estaban demasiado ocupados huyendo de la realidad, de todo lo que les gustaba, del trabajo, las responsabilidades; incluso, al final, de cuidar de mí. No creais, yo lo agradecí cuando me abandonaron en casa de mi tía Marta pero ¿ como me iba a imaginar yo que el remedio sería peor que la enfermedad?. Nunca podré olvidarlo, era tan pòsesiva.
Con 11 años me puso a trabajar, ella tenía un bar y yo me pasba el día limpiando y cocinando mientras ella se llevaba a todo lo que tuviera pantalones a la parte de atrás del local, jamás le pregunté que hacía allí pero, echadle imaginación; una mujer y un hombre adultos, en la oscuridad y saliendo después ella con un fajo de billetes, difícil equivocarse. Yo daba gracias por no ser como ella, pero tampocfo quería parecerme a mis padres.
Cuando cumplí los 18 años decií largarme de allí pero sabía que sería complicado así que, una noche, después de cerrar el bar, cogí el dinero de la caja y me subí al primer autobús que ví venir.
He pasado toda mi vida trabajando 16 horas al día por un sueldo miserable, luchando por sobrevivir cada día.
Ahora tengo 60 años, dos hijas y tres nietos que, por suerte, no se parecen ni a mis padres, ni a mi tía Marta, solo le puedo pedir a la vida que cuando yo falte no les deje caer; como a mis padres.
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